“La culpa no es tuya, es de tu falta de manifestación”

Por: Jesús Durán Turizo.

¿Es el dinero algo que puede ser manifestado? ¿Es la pobreza realmente un asunto netamente ligado a la mente de los individuos? ¿Tienen los seres humanos la capacidad de atraer la pobreza a sus vidas así como de erradicarla de ellas? Este tipo de preguntas son las que, la mayoría de veces, persiguen a las personas una vez han consumido productos tales como libros de autoayuda o charlas alrededor del mindfulness, en los que casi siempre la superación personal —una necesidad propia del ser humano— se convierte en una fuente de negocio para algunos pocos.

Dentro de estas conferencias, uno de los temas más populares es el de cómo generar dinero para superar distintos obstáculos en la vida y cómo esto se posibilita con la ayuda de ejercicios internos relacionados con lo que ellos han denominado ‘manifestación’, la cual, en resumidas cuentas, consiste en un cambio en las formas en cómo se piensa un algo que se desea obtener, ya sea material o intangible. Sin embargo, ¿hasta qué punto un fenómeno tan amplio como la pobreza recae únicamente en el hecho de reemplazar unas creencias por otras?

La pobreza ha sido un fenómeno discutido desde muchas perspectivas. Desde el punto de vista económico, varias han sido las teorías que han llegado a proponer maneras de mitigar este asunto tales como el liberalismo clásico o el radicalismo. De modo similar, la religión siempre ha hecho hincapié en iniciativas como el ecumenismo de la pobreza para poder mostrar solidaridad hacia aquellos que se consideran como oprimidos. Sin embargo, cuando se trata de este tipo de charlas motivacionales, primeramente, es imposible encontrar una categoría bajo la cual clasificar sus postulados ya que resulta difícil determinar si son más afines a la neuropsicología, el esoterismo, los negocios, u otra disciplina distinta.

Por otra parte, en estas conferencias es común escuchar expresiones como ‘manifestar el dinero’ o ‘vibrar en carencia’. Estos términos clave, aparte de ser debatibles hasta cierto punto, resultan difíciles de comprender incluso para personas que poseen un alto nivel de instrucción. Ahora bien, si se piensa en quienes son verdaderamente pobres, es decir, aquellos que nunca han tenido la oportunidad de pisar un centro educativo, ¿realmente se espera que el mensaje llegue con tanta claridad como pretenden? Esto invita a cuestionarse acerca de qué tan cierto es que las personas que se lucran de esta información se dirigen a una población realmente pobre o solo a aquella que de la que ellos se pueden beneficiar.

De manera jocosa, Mariana Fresnedo (2023), coach de mindfulness y fundadora de Quantum Quip, trae a colación la siguiente frase: “el dinero no puede comprar la felicidad, pero la pobreza no puede ni rentarla” (3m37s). Por más que suene como un chiste, esta oración lleva un toque de verdad y, lastimosamente, representa la realidad de una gran parte de la población en el mundo, la cual no tiene un techo bajo el cual refugiarse por motivos económicos. Sin embargo, es pertinente hacer una reflexión nuevamente acerca de hasta qué punto la pobreza es culpa de las personas que la viven y no algo que es ajeno a lo que ellos pueden hacer como miembros de una sociedad.

El episodio titulado ‘¿Eliges la pobreza o la riqueza?’ parte de la idea de que el dinero y la pobreza son relaciones que se encuentran al interior del inconsciente de los seres humanos y que funcionan de manera similar a como estos se relacionan con sus padres, sus amigos, su educación, etc. Asimismo, argumenta que, generalmente, estos lazos están mediados por emociones. De esta manera, cuando el dinero es algo que abunda, es normal sentir alegría y que todo funciona bien en la vida; mientras que cuando se carece de él, sentimientos como la angustia y la desesperación son los que se apoderan de la mente. No obstante, lo que resulta problemático aquí es el hecho de decir que lo único que basta para alejar la pobreza es un cambio de pensamiento, el cual alterará las emociones. En otros términos, tratar a la mente humana como algo parecido a una máquina programada para responder a estímulos de una manera automática.

En este punto es menester mencionar que esto no funciona así. Los seres humanos no vienen programados ‘de fábrica’ para sentirse de una u otra manera solo porque un estímulo se basa en querer o no querer tener dinero. Aceptar esto como una verdad no solo supondría un sesgo clasista, sino que también sería equivalente a aquella afirmación, erróneamente difundida y compartida entre las altas esferas de la sociedad, que dice que ‘el que es pobre, es porque quiere’. Además, teniendo en cuenta que se está hablando de la mente, se ha de recordar que la inteligencia también es de carácter emocional y que, lastimosamente, quienes verdaderamente sufren la pobreza no siempre cuentan con un entorno en el que se les instruya acerca de este tema; por ende, sus emociones no pueden ser juzgadas con base en si quieren algo o no. 

Por otra parte, otro argumento que presenta el podcast es el de que “el dinero que tienes hoy es solo un resultado, es la consecuencia de lo que hiciste, pensaste, sentiste inconsciente o conscientemente” (Fresnedo, 2023, 32m35s). En este orden de ideas, es posible afirmar que la relación con la pobreza, de la cual se habló en párrafos anteriores, consiste en una relación de causalidad, en la cual el hecho de tener o no dinero está directamente ligado a unas causas que, aparentemente, solo dependen del individuo como tal y no de factores externos. Por consiguiente, se sostiene la idea de que la riqueza permanecerá como algo inalcanzable mientras se sigan repitiendo patrones que tengan como resultado la pobreza. No obstante, nuevamente es pertinente cuestionarse acerca de cuáles son dichos patrones que llevan a la carencia de dinero, cómo dejar de repetirlos o, aún más importante, cómo es posible establecer nuevos patrones si el mismo sistema obliga a una repetición.

Es común que muchas de estas charlas sobre manifestación afirmen que para salir de la pobreza solo basta con que cada individuo se libere de ese pensamiento que le dicta que está destinado a ser pobre. De hecho, hacen mucho énfasis en el concepto de responsabilidad y en el deber que tiene el ser humano de hacerse cargo de su propio destino para transformar su realidad. Sin embargo, si bien es cierto que que toda persona posee un libre albedrío para tomar ciertas decisiones que pueden cambiar el rumbo de su vida, esto termina siendo una propuesta muy llamativa a nivel teórico pero poco efectiva en el terreno de lo práctico debido a que el entorno que rodea a los sujetos también posee capacidad de determinar lo que pasa en su vida. 

Como consecuencia, la pobreza termina consistiendo en un círculo vicioso de constante transformación en el que los individuos realizan acciones para salir de ella pero el mismo entorno, marcado por la desigualdad, las trunca y los devuelve a la etapa inicial, y del que solo es posible salir si existe un cambio por ambas partes. Como lo afirman Fuentes Castro y Aramburu Cano (2021) “la desigualdad, además de ser una injusticia, es una fuente de ineficiencia porque desperdicia el talento y energía de los pobres debido a que no solo las condiciones estructurales les impiden alcanzar su potencial, sino que también reduce su autoestima para alcanzarlo” (p.75).

De hecho, pensar que para salir de la pobreza solo hace falta tomar decisiones individuales resulta peligroso ya que, de alguna manera, este imaginario posiciona la mayor parte de la culpa sobre las personas que son oprimidas por el sistema y no sobre las instituciones que oprimen. A modo de ejemplo, es posible mencionar la encuesta presentada en el trabajo de Fuentes Castro y Aramburu Cano (2021) en la que se halló que dentro de las personas que se identifican como pobres “56% de los entrevistados respondió que las causas de ésta eran individuales o del destino, tales como que no trabajan lo suficiente, que en el mundo siempre hay pobres y ricos, que Dios así lo quiso o que han tenido mala suerte, entre otras”. De este modo, es posible ver cómo aquellos que hacen parte de grandes instituciones son librados de sus deberes como representantes de la sociedad al concebir la responsabilidad en términos del bien individual, en el que cada ser humano tiene que velar solamente por su propio bienestar.

Ahora bien, con relación a la autoestima, el podcast realiza una buena labor al identificar cómo los discursos sobre pobreza muchas veces están relacionados con los prejuicios que se tienen de un cierto género al interior de la sociedad. Como resultado, muchos hombres manifiestan sentirse insuficientes al no poseer los recursos económicos suficientes para satisfacer las necesidades de su hogar, lo cual repercute fuertemente en su autoestima, misma que representará un motor de cambio si se quiere salir de dicha situación. Por otra parte, las mujeres también resultan víctimas de estos imaginarios socioculturales puesto que a muchas se les inculca que no tienen oportunidad de salir adelante y que, de hecho, si lo hacen, se han de sentir mal o culpables al respecto. 

Si bien es cierto que en muchas ocasiones, la moral social lleva a muchos a decir que la idea de tener dinero no determina el prestigio, esta afirmación termina resultando falsa al ser contrastada con el contexto real en el que se habita hoy en día. Lastimosamente, en la mayoría de sociedades, tener dinero se convierte en un requisito para poder acceder a ciertos elementos que garantizarán una vida digna, ya que todo aquello que se aleje de dicha idea, deviene objeto de discriminación. Consecuentemente, la brecha entre ricos y pobres se hace cada vez más amplia al ni siquiera ofrecer una oportunidad a quienes carecen de ellas.

Por último, vale la pena detenerse a analizar lo que conlleva en estos contextos el hecho de ser o considerarse una víctima. Con respecto al tema, Fresnedo (2023) menciona que “la falta de poder personal es qué tan víctima crees que eres o en cuanta victimización te encuentras, qué tanto te vas identificando con la víctima y ahí es cuando no hay poder personal” (13m55s). Frente a esto, si bien es importante mencionar que la anfitriona acepta que hay factores ligados a la pobreza que no dependen del individuo, resulta paradójico expresar que reconocerse como víctimas de estos es equivalente a la falta de poder personal. Por el contrario, es a través del reconocimiento como víctimas de la desigualdad económica y social que las personas de bajos estratos logran comprender qué aspectos están jugando en su contra y qué se debe hacer para cambiar esto.

Hacer responsable al pobre de su situación no se considera un acercamiento acertado al problema; sin embargo, negar que se puede ser víctima de los factores externos que propician la pobreza tampoco es una solución válida, a menos que verdaderamente se tengan los medios para salir del círculo vicioso de la pobreza. Y es aquí en donde, nuevamente, se manifiesta que la verdadera audiencia de este tipo de mensajes no son las personas que verdaderamente se encuentran en condición de pobreza.

Si bien ya se ha mencionado que los cambios relacionados con la pobreza como un problema de carácter sistémico no recaen únicamente sobre el trabajo individual, sería irresponsable desconocer que la suma de estos tiene la capacidad de provocar alteraciones a nivel estructural. Por consiguiente, pensar que como individuo no se puede hacer nada para combatir la carencia de dinero equivale a restar esfuerzo en pro de un trabajo colectivo para generar un verdadero cambio. Esto revela la importancia de reconocerse como miembros de una sociedad que tienen derecho a las mismas comodidades. En palabras de Fernández Guerra y Rodríguez Bissio (2019), “lo que interesa discutir es el uso que se hace de los resultados de algunos estudios científicos como máximas que nos exoneran como sociedad de la necesidad de entendernos como iguales”.

En conclusión, calificar de errados los discursos alrededor de la pobreza que promueven los libros de autoayuda y charlas de mindfulness supone caer en un juego de invalidación de opiniones. No obstante, si se debe aceptar que gran parte de estos resultan peligrosos a la hora de limitar este fenómeno a una cuestión netamente de mentalidad, atracción y ‘vibración con el universo’. Esto en parte se debe a que muchas veces se ignora la existencia de causas de carácter estructural que se escapan de las manos de los individuos. Por otro lado, queda claro que estos mensajes poseen una audiencia clara y, lastimosamente, quienes verdaderamente sufren los estragos de la carencia económica no son parte de ella. Como consecuencia, esto puede tomarse como una invitación a pensar la pobreza desde la perspectiva de a quienes realmente les afecta; sin embargo, no para culparlos de su situación, sino para entender cuáles son las demandas que deben hacerse a las grandes instituciones a fin de combatir este problema.

Referencias

Fernández Guerra, A & Rodríguez Bissio, G (11 de noviembre de 2019). El lenguaje, la violencia y la pobreza. Posturas. https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2019/11/el-lenguaje-la-violencia-y-la-pobreza/

Fresnedo, M. (Anfitrión). (8 de agosto de 2023). ¿Eliges la pobreza o la riqueza? (N° 46) [Episodio de Podcast]. En QuantumQuip Podcast. Spotify. https://open.spotify.com/episode/5sjiezp6Pf9jYNcyn5SX9j?si=7a154e1616724762

Fuentes Castro, H. & Aramburu Cano, V. (2021). Las ideologías detrás de las nociones de la pobreza: un análisis de tres periódicos mexicanos. En A. Chiquito, L. Pinardi & G. Llull (Eds.), El lenguaje de la pobreza: Comunicación multifacética (pp. 69-95). CLASCO.